El sueño de los que están despiertos es la esperanza. Carlomagno
El mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños. Paulo Coelho
Cuando soñamos solos, sólo es un sueño. Pero, cuando soñamos juntos, el sueño se puede convertir en realidad. Cora Weis
El que teme sufrir, sufre de temor. Proverbio Chino
El mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños. Paulo Coelho
Cuando soñamos solos, sólo es un sueño. Pero, cuando soñamos juntos, el sueño se puede convertir en realidad. Cora Weis
El que teme sufrir, sufre de temor. Proverbio Chino
Hijo de mi corazón:
"Un corazón para toda la vida"
Mi corazón te dio la vida
y en mi corazón estarás
toda la vida.
No tendrás mis ojos,
ni mi boca ni mis manos,
pero sí tendrás mi sonrisa,
mis gestos y un trozo de
mi corazón.
Te querré más que si
hubieras nacido de mis
entrañas, porque
así son las cosas que
nacen del corazón.
Te quiero donde
quiera que te encuentres.
"Un corazón para toda la vida"
Mi corazón te dio la vida
y en mi corazón estarás
toda la vida.
No tendrás mis ojos,
ni mi boca ni mis manos,
pero sí tendrás mi sonrisa,
mis gestos y un trozo de
mi corazón.
Te querré más que si
hubieras nacido de mis
entrañas, porque
así son las cosas que
nacen del corazón.
Te quiero donde
quiera que te encuentres.
No es la carne y la sangre, sino el corazón lo que nos hace padres e hijos. Johann Christoph Friedrich Schiller
lunes, 3 de noviembre de 2008
Larga gestación
http://www.diarioladiscusion.cl/diario/?control=porsec&id_noticia_p=49492&id_diario=02112008&id_categoria=06&fecha=02-11-2008
Domingo 02 de noviembre de 2008.
La oportunidad de adoptar constituye una de las experiencias afectivas más profundas en la construcción de una familia. Sin embargo, esta decisión implica un extenso proceso, que requiere esclarecer dudas, desechar mitos y superar los silencios que nacen.
texto: Solange Domínguez Pacheco.
Son nueve meses. Traer un niño al mundo implica una espera de nueve meses. Adoptar un niño puede significar no nueve, sino dieciocho, incluso treinta y seis meses. Es una gestación en pausa, que se va haciendo paso a paso. No es sencillo, junto a la belleza que constituye el gesto de hacerse familia, el proceso de la adopción está inundado de preguntas, de temores y silencios. Es la fragilidad de esta instancia, el temor que no se haga cierto, es la burocracia envuelta en la confidencialidad, son los afectos entre evaluaciones y resoluciones judiciales, es la angustia que no se concrete el parto del encuentro. Una realidad que requiere de una paciencia perseverante, de una calma que no siempre es fácil sostener. Hijos del corazón Al año se concretan en Chillán entre 6 y 8 adopciones. “Hay bastante interés aquí en Ñuble. Ha ido creciendo cada vez más el interés”, precisa Teresa Bertiola, encargada de la unidad de adopción del Sename en la zona. Esto refleja el valor que se le asigna como alternativa de construir una familia. Sin embargo, no basta la determinación, se hace necesario sumarse a un proceso que implica una gran paciencia, pues sigue una estructura definida según la ley 19.620 que ordena el proceso de adopción en dos canales paralelos y complementarios: el niño y la familia. En primer lugar, un niño para sumarse a este proceso requiere ser declarado » susceptible de ser adoptado, es decir, que “no hay ningún padre competente que pueda hacerse cargo de este niño”, precisa Yenny Higueras encargada de la Oficina de Protección de los Derechos de la Infancia y la Adolescencia de Chillán (OPD). Es un trámite largo, que implica la aplicación de una medida de protección excepcional que considera dentro de las causales que los padres o personas a cargo del menor presenten inhabilidad física o moral, no proporcionen atención personal o económica durante 2 meses o entregaran al niño a una institución de protección de menores o a un tercero. “Mientras no esté la sentencia que lo declare no se le puede buscar una familia adoptiva”, aclara Teresa Bertiola. Este aspecto disipa uno de los temores más recurrentes que hay en torno a la adopción: que aparezca la familia biológica. Incluso una madre que entrega a su hijo recién nacido tiene sólo hasta 30 días para arrepentirse. De momento que el niño ha sido declarado no hay riesgos, la familia biológica tuvo ya su tiempo. Como segunda arista, se encuentra la familia. Aquí la premisa es “se busca una familia para el niño, no un niño para una familia. Lo que hace la evaluación es ver si esos padres están aptos desde todo punto de vista para ese niño, no es al revés”, precisa Mónica Sandoval, sicóloga de la OPD. Esto incluye entrevistas y evaluaciones sicológicas, médicas y sociales. “Se tiene la responsabilidad de decidir por la vida de ese niño. Se trata de buscar la forma de asegurar al máximo que efectivamente esa familia va a responder a todas las necesidades que presenta ese niño”, señala Teresa Bertiola. Esto explica que el tiempo mínimo de trámite de una adopción oscile entre los 9 y 12 meses. En este aspecto cabe precisar que el Tribunal de Familia del lugar donde reside el niño tiene la última palabra. Por otra parte, edades muy altas, problemas siquiátricos, pérdidas recientes, son algunas de las razones por las que los postulantes no avanzan en el proceso, cuyos costos implican 7 UF para la evaluación sicológica y 6, para el informe social. Todo vuelve nuevamente al niño, pues viene con una historia, ha sabido desde muy pequeño de ausencias y dolores. Es por ello que aquí el vínculo es fundamental. Ese que se construye desde el sentir, hay una consanguineidad del corazón. Son hijos y padres de corazón. Existe otra forma de adopción, que en general no se asocia como tal: una mujer tiene un hijo y su nueva pareja quiere entregarle su apellido. Son las regularizaciones de adopción, que implican un trámite preciso, pues ya está el lazo afectivo, que se puede efectuar a través de la OPD o de forma particular. Ha nacido una hija Alfonso e Irene, el único matrimonio en esta investigación que accedió a compartir su experiencia, siempre consideraron la posibilidad de adoptar. La naturaleza más tarde se los confirmó. La única opción que tenían era la fecundación in vitro, un tratamiento millonario, sin certeza de éxito. Entonces eligieron adoptar. En el Sename de Santiago iniciaron los trámites el año 2005. Les costó inscribirse en las charlas, era el primer signo de la paciencia que necesitarían. Luego vino el examen sicológico. Salieron bien. Sin embargo, detuvieron el proceso, pues se trasladaron a Chillán en enero de 2006. A mediados de año retomaron las gestiones: la evaluación psicosocial. “Ven tu casa, la recorren completa. Te piden un kilo de papeles, antigüedad laboral, bienes”, comenta Irene. Quedaron en lista de espera. Los gastos no alcanzaron a los 200 mil pesos a los que » se sumaron los papeles, certificados, fotocopias. Ellos habían asumido una postura amplia. Querían hermanos, una solicitud escasa. Además su espectro de edad era de 2 a 4 años. La mayoría de los matrimonios chilenos buscan niños menores de un año, lo que puede extender el proceso por años. “Si uno se restringe en términos de edad es más difícil, más complicado”, precisa Alfonso. A mediados de abril de este año les avisaron que había una opción: Valentina, una niña de 2 años 9 meses más o menos. “Nos miramos y dijimos será si es igual como los hijos o sea uno puede querer muchas cosas, pero Dios te manda lo que quiere mandarte”, señala Irene. Se prepararon para conocerla. El parto se acercaba. “Nosostros dijimos ahora no sé cuantos meses vamos a esperar, pero fue una sorpresa porque el tribunal en una semana resolvió, así que en cosa de diez días ya teníamos cita para conocerla”, recuerda Alfonso. Desde que les avisaron que eran los elegidos hasta que la trajeron a la casa fueron.
dos semanas. Confeccionaron un álbum con las cosas más significativas: la casa, la familia, el perrito. Incluso se tomaron la clásica foto en la Catedral. No querían ponerse ansiosos. “Uno pasa por tantas desilusiones en este proceso de tener un hijo que una vez más no”, señala Irene. Les avisaron que habían quedado como primera opción. Cuando conocieron a Valentina estaba resfriada. La vieron tan indefensa. “Me partió el alma, unas ganas de tomarla e irnos al tiro, no saber nada más”, dice Irene recordando además la desazón que les produjeron las visitas al hogar. “Uno no puede hacer nada más, que uno lo único que tiene es la opción de llevarse a una sola niñita”. Quedaba la sentencia judicial. El primer día no alcanzó a leerse. Tuvieron que volver. “Teníamos temor que apareciera alguien de la familia de ella y dijera no y todo para atrás”, recuerda Irene. Pero nada ocurrió, ni tampoco era posible y la resolución fue favorable. Tras casi tres años de la primera charla el alumbramiento se concretó. Fue el 7 de mayo. Allí comenzó una nueva vida con su hija. Otras costumbres, otros horarios. Hoy Irene llega sagradamente a su casa a las seis, seis y media de la tarde. “Es gratificante. Cuando llego en la tarde y ella se alegra tanto y me dice mamita, mamá y me abraza y me da besos”. Los primeros días se levantaba dos, tres veces en la noche a verla. Ahora ella se despierta y llega a la pieza de sus papás. Dicen que es muy cariñosa, expresiva, “livianita de sangre”. “La abuelita se deshace con ella”. Lo único que les preocupa es que le gusta el negro. En las comidas prefiere lo salado “Estamos muy contentos y muy agradecidos porque nos tocó una bebé que es muy accesible, muy tierna con nosotros”, dice Alfonso. “Cuando yo pensaba tener una hija, pensaba en una hija así. Siempre me echan talla que la Valentina es igual a la mamá, buena para hablar”, dice Irene, quien recordando el proceso extenso que vivieron reflexiona. “Hay que tener harta paciencia. Creo que es mejor dejar las cosas en manos de Dios. Cuando Dios quiere dar, dicen, a la casa te lo va a dejar y así pasó con nuestra hija”. A lo que agrega Alfonso “tienen que asegurar que la calidad de vida que va a tener el bebé va a ser la mejor. El cuestionamiento que hacíamos: tantos niños abandonados y se demoran tanto, o tantas por decir trabas como para entregarlo, la razón es esa y es muy entendible y atendible”. El adiós de una madre En la vereda opuesta de este proceso, están quienes no encuentran la maternidad o paternidad con la adopción, sino que la dejan. Fue el caso de Mónica Rivera, quien hace poco más de dos meses se reencontró con una de sus hijas, Andrea, quien fue adoptada por una familia francesa hace 20 años. Mónica tuvo su primera hija a los 21 años. Luego de un año se le declaró un cuadro de esquizofrenia. Dice que salía a andar con la mente perdida. Incluso una vez se fue a Santiago en un camión. “Cuando salía los hombres hacían y deshacían conmigo donde me veían sola en la noche”, recuerda. Simplemente, dejaba a su hija. Su pareja José, quien bebía la retaba y le pegaba. “Tenía tres años y medio y se la prestamos a unos padrinos, no la querían entregar después”. Luego vino la decisión de internarlas de parte del juzgado. El mismo destino de Andrea corrieron las otras hijas de Mónica, » Marisel y dos mellizas. “Yo siempre iba donde ellas, me demoraba, como estaba enferma. Una vez le llevé una muñeca y se enojó la directora, dijo que no porque las otras podían pelear”. En otra ocasión fue a verlas de nuevo y le dijeron que no estaban. Dice que en general se las negaban y que después supo que las habían dado en adopción, que estaban listos los papeles de las mellizas. Para ella la separación fue muy dolorosa. “Las echaba de menos, me acordaba de ellas en las noches y sufría no más porque no sabía dónde estaban, quién las tenía, ninguna cosa”. Recuerda que se sintió muy mal. “Toda la gente me decía cómo si tú no firmaste, no había firmado ninguna cosa. Así es cuando uno las tiene internadas, después las adoptan”. Dice que un par de veces la llamaron del juzgado y ella se negó a la adopción. Sin embargo, sabe que ese camino a una de sus hijas, le entregó nuevas oportunidades. “Hubiera estado conmigo aquí cuándo más hubiera estudiado para enfermera”. “Yo no hallaba como hacerlo porque me decían que las habían adoptado, después iba por la tele a buscarla, en la tele quería moverme. No hallaba cómo saber de ellas y le pedía a Dios que me ayudara”. Y las luces llegaron primero con Andrea. Por lo que sabe que parece que las mellizas están en España y Marisel en Coronel. La fueron a ver, pero no la encontraron. “Uno siempre quiere que estén con uno, una es la mamá”. Hoy Mónica lleva loza de greda a Chillán, siguiendo la tradición de Quinchamalí donde vive hace 10 años, pero que conocía desde niña. La compra cruda, la pule, la lustra, la cuece y le hace las flores. “Me gustaría aprender a hacer la loza”. Además tiene plantas, árboles, vende huevos y ahora va a empezar con las habas y las arvejas. Está casada. Su pareja es un hombre mayor y evangélico. “Es bueno, me cuida y no tiene vicios”, dice. Cuenta además que en la iglesia se mejoró de su enfermedad. “Ahora estoy gozando de la vida”. Es que nada ha sido fácil. “Mi madrastra no se portaba muy bien conmigo. Después mi papá nos echó a la calle, anduve con un pololo y nos echó a la calle”. No tenía donde dormir, qué comer. “En la mañana estaba pensando cómo escribir la carta”, dice volviendo al instante presente. En cuanto a su visión sobre la adopción es clara: “Encuentro que está bien, porque yo no le habría dado la educación por ejemplo, aquí no hubiera tenido buena situación. Uno siempre quiere tener a los hijos al lado de uno, está malo que me los dieran en adopción también, pero así fue el destino”. Y la nostalgia es inevitable. “Todas mis hermanas, tienen hijas grandes y yo no tengo ninguna a mi lado”. Son los dolores de la ausencia, son las heridas de una historia de duelos y despedidas, que aún no ha concluido. Sentimientos, realidades que confirman el amplio significado que tiene hoy la adopción.
“Nos miramos y dijimos será, si es igual como los hijos o sea uno puede querer muchas cosas, pero Dios te manda lo que quiere mandarte” (Irene, madre adoptiva)». « “Las echaba de menos, me acordaba de ellas en las noches y sufría no más porque no sabía dónde estaban, quién las tenía, ninguna cosa”. (Mónica Rivera).
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