
A lo largo de esta "aventura" de la adopción es habitual que la gente pregunte o de opiniones acerca de esta manera distinta de ser padres. A veces, esas palabras son de apoyo: muchas veces te encuentras a gente que pensó en ser padre o madre a través de la adopción, pero luego no se decidió a hacerlo. Otras veces te preguntan por qué haces eso, qué necesidad tienes. Muchas veces es fruto de la ignorancia y el desconocimiento. Hay que armarse de paciencia y contestar que sólo quieres ser madre y la adopción es una manera de serlo. Pero otras veces las opiniones van más allá: que si "fulanito no tiene hijos y va a tener que comprarlo, como vosotros", que si "nunca lo vais a querer como a vuestro hijo", y otras peores. Estas cosas a veces molestan, pero si proceden de alguien cercano, duelen. Robert Fulghum cuenta en uno de sus libros una historia sobre una tribu de las Islas Salomón, en el Pacífico Sur que, cuando un árbol es demasiado grande para cortarlo con un hacha, los leñadores trepan a su copa al amanecer y gritan con todas sus fuerzas durante treinta días, hasta que el árbol muere y se cae. La teoría es que los gritos matan al espíritu del árbol. Nosotros gritamos al tráfico, a los árbitros, a los bancos, a las máquinas... sobre todo a los parientes y a las máquinas. Quizá los isleños de Salomón tengan razón. Gritar a cosas vivas tiende a matarles el espíritu. Los palos y las piedras pueden rompernos los huesos, pero las palabras pueden rompernos el corazón. Incluso hay un proverbio chino que dice: "yī yán jì chū sì ma nàn zhuī" "一 言 既 出 驷 马 难 追" (La palabra y la piedra suelta no tienen vuelta. Lit: Ni cuatro caballos galopando pueden recuperar la palabra empeñada). (Fuente: chino-china)
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